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30 enero 2025

[Rejugando] Tercera noche jugando al Breath of Fire II

    Con nuestra chabola transformada en mansión digna de señor feudal venido a más, Rand volvió a la alineación titular de mi escuadra de mascotas (más Nina) para ir a dar con la ladrona que birló el ítem que ni mi perro supo robar. Si de paso demostramos su inocencia o al menos le bajamos la condena a allanamiento de morada, pues oye, mejor.

    Así que de vuelta a Capitan, con la noble misión de pillar un bote y cruzar al continente del oeste. Pero claro, los viajes nunca son sencillos en este juego, y menos cuando en callejón oscuro aparece una moza de buen ver, me seduce con promesas ambiguas y me lleva a su cabaña en mitad del bosque. A ver, error mío por no ver venir la trampa, aunque tengo que reconocer que la petición de cerrar los ojos y sacarme del pueblo pues eran cosas bastante sospechosas. Pero claro, tampoco me esperaba que el desenlace fuera un ritual en el que la bruja ésta me despertó el chakra dragonesco y, en el proceso, incendié su casa y el bosque entero. Un día más en la vida de un héroe, que además ahora puede transformarse en un dragón de Hacendado.

    ¿Y cómo me lo agradecieron ella y su madre? Secuestrándome. Sí, sí, me agarraron de la pechera y exigieron que las llevara a mi flamante mansión (que es mía, aunque ahí no he puesto ni un clavo), donde, por supuesto, se quedaron con el cuarto que mi perro había preparado con todo el amor del mundo para él. Pero no se conformaron con eso: la decoración no estaba a su gusto y me mandaron de vuelta a Capitan (otra vez, qué pesadilla) a contratar a un carpintero. Y por algún motivo cósmico solo había carpinteros en Capitan, como si en el resto del mundo la gente viviera en tiendas de campaña.

    Nos decantamos por el carpintero más clásico, ese que te deja montar un bar en el pueblo y cocinar lo que le traigas (un hombre con prioridades claras), y con eso resuelto, por fin, nos subimos en bote rumbo al continente del oeste, en busca de la famosa ladrona.

    Y nada más llegar al nuevo mundo, la bienvenida nos la dio un bosque encantado repleto de ranas y, entre ellas, una rana XXL que chapurreaba francés y que nos suplicó que fuéramos a la Torre del Oeste a pedirle a la bruja Nimufu que le quitara la maldición. Así que, con una desgana digna de un lunes por la mañana, emprendimos la marcha hacia una de las mazmorras más molestas del juego, que además estaba decorada con personas convertidas en estatuas.  

    Y en la cima de ésta, batalla con la bruja, victoria y revelación: la maldición se rompía si una chica guapa besaba a la rana. Increíble, jamás en la historia de la humanidad a nadie se le había ocurrido semejante giro argumental. BRAVO. Y bueno, ya que estaba en racha, la bruja también devolvió a la normalidad a todas las personas que había convertido en estatua. Entre ellas estaba Seso, la chamán del agua y hermana de la fresca de Capitan, que nada más recobrar la movilidad decidió por su cuenta y riesgo que se mudaba a mi mansión. No hubo negociación, ni preguntas, ni una mísera consulta. Simplemente lo anunció y pasó a formar parte de la colección de NPCs auto-invitados de mi hogar.

    Total, que tras el beso de unas de mis waifus, el bicho sapo gigante recupera su forma original… que resulta ser la de un sapo humanoide. Sinceramente, daba más miedo antes. Yo, de ser él, me quedaba como bicho sapo gigante antes que ser un simple sapo humanoide. El susodicho se presenta como Ekaru Hoppe de pe Jean (francés con toques vascos, todo en orden) y dice ser el rey de SimaFort. Luego matiza que en realidad es el príncipe, lo que me hace sospechar que la traducción del juego es tan precisa como mi perro robando.

    Pues nada, por conveniencias del guion, el sapo se nos pega como una lapa y nos pide que lo llevemos a su reino, el cual está saliendo del bosque. No podía caminar dos pasos solo, no, necesitaba escolta. Llegamos a SimaFort y lo primero que hacen es arrestarlo. Ahí nos sueltan a otro sapo, éste de color morado, que afirma ser el verdadero Ekaru Hoppe de pe Jean. A nuestro pobre anfibio lo enchironan sin miramientos y, en compensación por el mal rato, nos regalan un bote. Ya es mejor eso que el mendrugo de pan que no nos dieron en Windia.

    Pero cuando vamos a usarlo, aparece una chica sapo de fina figura, levanta una roca enorme que desafía las leyes de la física y nos la lanza al bote, hundiéndolo al instante. Antes de que nos dé tiempo a reaccionar, la muy bruta nos tira al agua como si estuviéramos huyendo de alguien (spoiler: no estábamos huyendo de nadie, pero la escena lo exigía). Y bueno, mientras mis mascotas y yo intentábamos no ahogarnos, fuimos testigos del diálogo de dos soldados, donde reconocían que mi mascota número 5 (la rana franco-vasca) es el verdadero príncipe.

    Total, con las emociones nos ahogamos y despertamos en la habitación de Petate, la princesa, que, por alguna razón insondable, duerme fuera del castillo. Nos pide que rescatemos a su hermano el sapo franco-vasco, nos entrega unas branquias mágicas (detalle sin importancia) y nos manda a infiltrarnos en la prisión como si fuera lo más normal del mundo. Y ahí vamos, con cara de "aquí no pasa nada", listos para otra chapuza épica.

    En resumen: Seducido por brujas, convertido en dragón de Hacendado, adoptando compañeras por decreto, vencido a Nimufu y besando ranas franco-vascas. Otro día normal en Breath of Fire II. 🐉🐸🔥
 























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