Os dejo dos combates que he realizado en la beta cerrada de Jump Force en su versión de Xbox ONE, los cuales disputé el fin de semana pasado. Gráficamente me ha sorprendido bastante y en cuanto a los controles me ha parecido una especie de mezcla de Tekken 7 con Budokai Tenkaichi. Vamos, que me ha encantado. Su lanzamiento está previsto para febrero de 2019.
Perdonad si no he jugado estas partidas con la maestría requerida para tal ocasión, pero tuve que jugarlos a las séis de la mañana y aún estaba preparándome el café.
Supongo que ya os lo habré contado antes, pero gran parte de mi tráfico viene de México, su país natal. Y él fue una de las mejores personas que llegué a conocer nunca: Ya podía hacer la entrada más pesimista del mundo, que él venía y aportaba siempre su toque positivista. Le conocí un 28 de noviembre de 2009, cuando comentó una entrada que escribí sobre MUGEN, un motor de juegos de lucha que fue muy popular en la década pasada.
Nueve años y más de quinientos comentarios más tarde, Cidroq ya no está. Y es que el día que me enteré de su muerte, no pude dormir e incluso llegué a plantearme cerrar mi blog. Me enteré por Facebook, a través de un comentario que dejaron en su muro. Más tarde, ya de madrugada, un amigo mexicano me lo confirmó por privado y me dio un par de detalles más.
Eduardo Romero era apenas 3 años mayor que yo, estaba casado y tenía dos niñas pequeñas, las cuales eran su alegría. Eso me parte el alma. No hay palabras que puedan expresar un pésame a semejante tragedia. Si ya es duro perder a una persona excepcional, más aún es saber que deja viuda a cargo de dos pequeñas.
Un par de días más tarde falleció también mi padre, lo cual también me supuso otro mazazo moral. Llevaba varios años con muy mala salud. Tenía párkinson, alzhéimer, insuficiencia renal... pero, aunque me estuviera preparando, no me lo esperaba. De hecho, aún cuesta asimilar que mi peque busque a su abuelo al entrar en su casa o el hecho de ver aún su silla de ruedas en su dormitorio. Joder, si hasta aún tengo su andador en mi comedor.
Yo tengo 35 años y cuesta hacerse a la idea. Imaginaros lo durísimo que tiene que ser para dos criaturas el hecho de saber que su padre no volverá. Por lo menos Eduardo, que sepas con total seguridad de que tus hijas saldrán siempre con la cabeza bien alta por saber que han tenido a uno de los mejores padres del mundo.