Dejé F1-Connecting hará dos años y medio. Puede que un poco más. Y la verdad, me sorprende ver todo lo que he vivido en ese corto periodo de tiempo. Básicamente, yo no me quería ir de ahí… Pero cuando sientes que para alcanzar los 20.000 brutos anuales tienes que ir ahorrando dietas de desplazamiento rumbo a proyectos extraños y lejos de tu casa, pues acabas sintiendo como que no había otra alternativa. Te vas por tu propia voluntad, pero en el fondo sientes que te echan.
Lejos quedan aquellas propuestas kafkianas de tener que irte a vivir a Galicia con tu mujer, a vivir en un piso compartido por 300 euros netos más o de tener que escuchar gilipolleces dialécticas del contable del estilo “en esta sala todos ganamos entre 20 y 30k”, cuando tú ni siquiera los alcanzabas y tenías un salario congelado desde hacía tres años. O aquellos contratos de obra y servicio de más de cuatro años, que exigías regularizar y que por activa o por pasiva se te negaba. Básicamente sentías que se te invitaba a morder la mano que te alimentaba para poder progresar.
En fin, aunque parezca mentira y a raíz de lo que vengo de escribir, no le guardo ningún rencor a aquella empresa, puesto que, en el fondo, no se estaba tan mal. El equipo era una piña y el ambiente laboral era bueno. Nunca te aburrías, siempre aprendías algo nuevo... Básicamente, me sentía querido, pero no valorado. De hecho, cuando me fui recuerdo que se me agradeció muchísimo el esfuerzo brindado, se me elogió por todo lo que hice, se me insinuó que si mi nueva aventura salía mal podría volver… pero ya está, me fui ruborizado y elogiado, pero sin recibir contraoferta alguna.
Y así empecé una nueva aventura en una multinacional francesa. Tapadillo y de perfil junior en una tecnología en la que se me quiso reciclar. No fue un inicio prometedor, no lo esconderé, pero también es cierto que me ayudaron mucho las palabras de un gran sabio, grande donde los haya: “Los inicios son siempre difíciles, sea donde sea”. Gracias Javi.
Y bueno, me quedo también con otra frase de la valoración que se me hizo dentro de Sopra, en la que se remarcaba que, aunque mis labores de entonces no me gustaran, las hacía igualmente de forma profesional y con un trato excelente hacia el cliente. También es cierto que una vez te libras de la lacra que supone estar descontento con tu salario o con tu tipo de contrato, te tomas la vida con otra filosofía y te dedicas a hacer tu día a día de la forma más profesional.
Y tan mal no tuve que hacerlo, puesto que, pese a que me reciclé en una tecnología que nunca antes había tocado y haciendo cosas de muy bajo nivel, poco a poco fui escalando en competencias y dos años más tarde ya era responsable de tres aplicaciones SharePoint y con una mochila bien llena de nuevos conocimientos, tanto técnicos como de gestión.
Y bueno, a parte de la cita de Javi, también suelo recordar con cariño otra de otro peso gigante de F1: “Sebas, ¿dónde vas a estar mejor que en F1? Si aquí estás en tu salsa. Si tú te vas a jubilar aquí”. Aquella tarde hubiera firmado las palabras de Sergio. Pero realmente uno nunca sabe lo que hará dentro de tres años. Y miro al pasado y me río ligeramente, con una media sonrisa, puesto que la verdad es que hoy sí que me siento realmente en mi salsa: Tengo un trabajo que me gusta, me siento valorado, estoy casado, soy padre y tiro del carro en todo lo que puedo: Curro, casa y familia.
En fin, siento también que mi motivación ha cambiado mucho. Recuerdo que hace tres años lo único que quería era tener lo que me merecía: Un contrato fijo y un salario con el que mantener mi familia. Oye, que llevaba casi 7 años trabajando en F1, que tampoco pedía un contrato de Messi… sólo algo que era normal alcanzar en otras empresas. Y eso me marcó mucho, hasta el punto de que para mí se convirtió en una reivindicación y que por consiguiente en mi último año se lo recordaba mes a mes al jefe de la empresa jeje.
Vale que hoy no sea millonario, pero por fin considero que ya tengo lo que me merezco… ¿Y ahora? Ahora sólo busco ser Maradona. No por el tema de las drogas, sino que sólo quiero que el día que salga de mi proyecto actual, se retire mi dorsal para siempre. Sí, tengo el ego crecido, pero eso nunca ha sido una novedad.
Soy así de simple, este ateo sólo le pide tres cosas al cielo:
- Que nunca me falte el café.
- Que no sea éste el año en el que mi padre mi olvide.
- Y que allá donde vaya, cree escuela.