Esta tarde estaba en el campus jugando al fútbol, un sencillo cuatro vs cinco. Salvo tres personas, todos eran compañeros de oficina. El portero coge el balón y ve que Enrique se está desmarcando. Le lanza un centro en parábola que intercepto sin problemas, despejando el balón de un cabezazo.
El problema era que entre el sudor que produce jugar a más de treinta y cuatro grados y la inercia del balón... mis gafas cedieron por presión y acabaron deformándose en mi rostro, produciéndome dos molestas magulladuras.
Vi mis gafas en el suelo, las recojo. Sin entender el por qué veo que se acercan mis compañeros y me preguntan el típico: "¿Estás bien?". Y la vedad es que me sentía bien, pero ante el consejo de un compañero acabé yendo al edificio de deportes a lavarme la cara.
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