Cuando te venden una película con la frase "Del director de El Caso Bourne", lo primero que piensas es: "¡Joder! ¡Seguro que nos encontramos ante un guión alucinante, con acción sin frenos, y de paso salvamos al mundo!". Pero claro, aquí el guión poco se puede inventar, puesto que está basada en un hecho real del que ya se ha escrito mucho: el acoso y derribo sufrido por Valerie Plamey y su marido Joseph Wilson, después de que este escribiera un artículo en el New York Times muy crítico con las informaciones usadas para declarar la guerra de Irak.
¿Qué decía el artículo? Básicamente que él fue enviado por la CIA a Nigeria y que no existía ni la más mínima probabilidad que el país africano le hubiera vendido uranio a Saddam Hussein.
¿Cómo reaccionó la Casa Blanca ante su artículo? Revelando a la prensa, ocho días más tarde, la verdadera identidad de su mujer: Una agente encubierta de la CIA especializada en armas de destrucción masiva. Esto significó la muerte de Valerie en su empleo como agente secreto y por lo tanto recibió el finiquito por parte de la agencia. Años más tarde se supo que quien dio el chivatazo fue Lewis Libby, jefe de personal del vicepresidente Dick Cheney. Tras un juicio federal, Libby fue condenado a dos años y medio de cárcel y la negativa de Bush a perdonarle supuso un enfriamiento de su relación con Cheney.
Faltaría por ver hasta que punto la ficción ha superado la realidad, pero a priori la película parece estar bien cimentada con lo sucedido en la realidad, y además el buen papel de Sean Penn hace que en cada momento se le otorgue a la cámara un altísimo grado de credibilidad.
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